Mientras esperamos a poder establecernos en nuestro primer
lugar de trabajo, la península de Byers, en la isla Livingston, aprovecharé
esta entrada para presentar a los protagonistas de las próximas semanas, los
pingüinos.
Lo primero que conviene decir es que aunque en el imaginario
popular los pingüinos están asociados al hielo y la nieve, la realidad es que
existen muchas más especies de estas aves en lugares donde no coexisten con
estos elementos.
En total hay descritas 18 especies de pingüinos que se
distribuyen siempre por el hemisferio sur y que pueden ir desde la especie más
norteña, el pingüino de Galápagos que habita en las islas del mismo nombre, a
la especie que vive más al sur, el pingüino emperador, habitante de la zona
continental de la Antártida. Entre medias pueden encontrarse pingüinos en
Sudamérica, pingüino de Magallanes, pingüino papua, pingüino de Humboldt y
pingüino saltarocas; en Sudáfrica, pingüino africano; en Australia, pingüino
enano y en Nueva Zelanda además de esta última especie acoge otras como el
pingüino de Snares. Más al sur, y en diversas islas sub-antárticas se pueden
encontrar varias especies de pingüinos de penacho amarillo, el pingüino rey y
el pingüino barbijo. Ya en la Antártida, además del ya mencionado pingüino
emperador, la otra especie que vive exclusivamente en este continente es el
pingüino de Adelia. Además algunas otras especies como el pingüino papua y el
barbijo se encuentran aquí en gran número. Como ya dijimos, estos últimos son
nuestros objetos de estudio.
¿Qué tienen en común estas zonas para que todas estas
especies estén presentes en ellas? Es evidente que no es la nieve y el hielo,
pero si lo es la presencia de aguas frías que precisamente vienen de la
Antártida y bañan sus costas generando zonas marinas de alta productividad y
que los pingüinos utilizan para alimentarse y dar de comer a sus crías.
En el contexto de la zona donde nos hayamos, las islas
Shetlands del Sur, las tres especies presentes, pingüino de Adelia, papua y barbijo
comienzan la cría de forma escalonada y por este orden. Los primeros en llegar
a las colonias de cría son los Adelias que realizan la puesta de dos huevos a
finales de octubre y a principios de diciembre comienzan a nacer las crías; el
papua pone los huevos en noviembre y a mediados de diciembre comienza la
eclosión y en el caso del barbijo ésta se produce en la última semana de
diciembre.
Ayer 8 de diciembre, fuimos a comprobar la situación de la
pequeña colonia de pingüino papua cercana a la base Juan Carlos I situada en la
denominada caleta argentina para confirmar que todavía están incubando los
huevos y que llegaremos a Byers en el momento adecuado. El camino desde la base
a la pingüinera no lleva más de cuarenta minutos.
En estas fechas la mayor parte del recorrido está cubierto
de nieve y pudimos hacer una fantástica caminata con raquetas de nieve acompañados
del montañero David Hita y que nos permitió disfrutar de unas vistas
panorámicas de todo el glaciar que cubre la isla y observar al pie del monte la
base junto con el Sarmiento de Gamboa fondeado en la bahía Sur.
Presenciamos el constante ajetreo de movimientos entre el barco y tierra para la descarga de todo el material, equipo y víveres necesarios para la base en los próximos meses. Es necesario agradecer enormemente el esfuerzo que hace todo el personal de apoyo tanto en los buques como en las bases para que los proyectos científicos puedan llevar a cabo su trabajo. Hablaremos de ello en el blog más adelante.
La estancia de los pingüinos en tierra se limita al periodo
de la cría en la primavera y verano austral. Una vez que los pollos han
crecido y se han independizado abandonando las colonias y yendo al mar, los
adultos dejan también temporalmente la tierra para irse al mar durante unas dos
semanas en las que engordan para afrontar un periodo crucial en su biología, la
muda. A diferencia de otras aves que mudan las plumas parcialmente, los
pingüinos mudan todo el plumaje de una vez en un periodo de unos 15 días. Ello
les impide ir al mar al carecer del aislamiento que las plumas les confieren y
es por ello que han debido aumentar sus reservas de grasas para enfrentarse a
un ayuno que durará dos semanas. Durante este tiempo permanecen quietos en tierra a la
espera de tener listo el nuevo plumaje y volver a las gélidas aguas para
permanecer en ellas durante el resto del año.
De momento, en sus nidos, incubando tanto la hembra como el
macho, afrontan el largo periodo de la cría con la incertidumbre de la
disponibilidad de alimento, principalmente krill pero también peces y calamares,
y el peligro de los depredadores como los skuas o la foca leopardo.
Nosotros tenemos la inmensa suerte de ejercer de notarios de este espectáculo y desentrañar sus mecanismos para comprender mejor como funciona este planeta.
Nosotros tenemos la inmensa suerte de ejercer de notarios de este espectáculo y desentrañar sus mecanismos para comprender mejor como funciona este planeta.
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