Una nueva campaña, un
nuevo viaje. Será la decimotercera vez y como en el resto de las ocasiones, las
ganas de trabajar y disfrutar de la Antártida son iguales que la primera ocasión que tuve el privilegio de viajar hasta estas regiones. No hay monotonía, cada
año las cosas son diferentes, por supuesto los objetivos científicos, en
algunos años son las zonas donde trabajar pero también en otros es la propia
logística, el modo de viajar y de llegar. En esta ocasión la entrada a la Antártida la hacemos
en avión desde Punta Arenas.
Se trata de un avión Hércules de las Fuerzas Aéreas
Uruguayas, un avión como los que vemos en las películas que transportan a los
soldados y expedicionarios. Buena forma de ambientarse y comenzar una campaña
en la Antártida.
Vista general de Punta Arenas, puerta de la Antártida |
Hércules de la Fuerza Aérea de Uruguay en la pista del aeropuerto de Punta Arenas |
El Hércules es un avión espartano, nada de lujos innecesarios.
Asientos corridos de malla a los costados y en medio del habitáculo, cables y
mecanismos y casi todas las tripas del avión a la vista. No hay azafatas y no
hay baño, aquí tienes que venir con los deberes hechos o vas a tener un
problema durante las horas que dura el viaje. Tampoco hay calefacción, así que
llevar la ropa adecuada es una cuestión que hay también hay que tener en
cuenta.
Un ruido ensordecedor procedente de las hélices que impulsan la
aeronave te envuelve e impide cualquier conversación, y solo deja espacio para
intentar escuchar música y sobre todo leer, leer y escribir. Compartimos el
espacio con la carga que se haya perfectamente estibada y sujeta, bidones,
maletas, cajas.
Un reducido número de pequeñas ventanas nos permite ver allá
abajo el temido paso del Drake, también llamado Mar de Hoces. Esta vez lo
cruzaremos rápido, tan solo en tres horas, a diferencia de los tres días que se
tarda cuando se cruza en barco y sobre todo sin ese vaivén habitualmente
desatado que convierte la navegación en una montaña rusa continua. Volamos
rumbo sur a unos 2300 metros de altura, muy por debajo de la altura a la que
vuelan los reactores lo que nos permite apreciar perfectamente el océano,
divisar el primer iceberg desde el aire y a medida que nos acercamos, el
rosario de islas que forman el archipiélago de las Shetlands del Sur, nuestro
destino.
Después de una espera de
casi una semana en Punta Arenas mientras que las condiciones para el vuelo y
sobre todo para el aterrizaje eran adecuadas, ha llegado el momento, y tras caminar
por la pista abordamos nuestro transporte, nos acomodamos y al cabo de unos
minutos el avión se desplaza por la pista para despegar. Es una carrera pesada que
recuerda al lento despegue de los albatros.
Embarque en el aeropuerto de Punta Arenas |
Nuestro destino es el
aeropuerto chileno situado en la isla de Rey Jorge, en realidad poco tiene que
ver con lo que habitualmente conocemos como aeropuerto. Se trata de una pista
de aterrizaje de tierra, algunos hangares, un pequeño edificio y la familiar
figura de la torre de control. Este aeropuerto construido en 1969 es una de las
puertas de entrada más utilizadas a la Antártida, tanto por los programas antárticos
de investigación como por algunos viajes turísticos.
Alrededor del aeropuerto
se sitúan ya algunas bases antárticas como la base chilena Escudero y la base
rusa Bellingshausen, pero en sus cercanías se sitúan un buen número de bases de países
como Uruguay, Perú, China, Korea o Argentina. Más alejadas pero todavía en la
misma isla están las bases de Brasil y Polonia. Es la zona de la Antártida con
mayor concentración de bases.
Después de varios días
con una niebla persistente, la culpable de nuestra espera en Punta Arenas, el día
ha mejorado sensiblemente pero lo suficiente para permitir aterrizar. El aterrizaje
se hace de forma visual y por eso es crucial que las condiciones sean las
adecuadas, no es la primera vez que algún avión no puede aterrizar y debe
volver de nuevo a Punta Arenas desandando el camino sobre el Drake para
frustración de todo el pasaje. Pero la seguridad siempre manda. En esta ocasión
tenemos suerte y podemos aterrizar. Después de varios días con el aeropuerto
cerrado por baja visibilidad, una caravana de aviones va llegando aprovechando la ventana de buenas
condiciones ya que según las previsiones no volverán a darse en varios días.
La llegada a la Antártida
en avión significa darte de bruces con esta región. En barco después de varios
días navegando, el frió y el viento se va percibiendo de forma más o menos
gradual, pero en el avión sales y de repente el viento azota tu cuerpo, el frío
se te mete por cualquier recoveco y los copos de nieve revoloteando se te
clavan en la cara como pequeños alfilerillos. Ya estamos en la Antártida, y
este será el escenario que nos acompañará en los próximos meses.Viento, frío y humedad.
Llegada a la isla de Rey Jorge (Shetlands del Sur, Antártida) |
El ambiente en la bahía
cercana al aeropuerto está muy animado, varios barcos científicos y turísticos
esperan a los pasajeros que han llegado en los aviones y un continuo trasiego
de zodiacs va y viene desde la costa a los buques. En nuestro caso, nos espera
nuestro buque, el Sarmiento de Gamboa que por tercera vez navega por estas
aguas australes y que llevará el peso de la primera parte de la campaña. Al
cabo de un tiempo de aterrizar y después de que con ayuda de nuestros amigos
uruguayos podamos llegar a la playa, las zodiacs del barco nos recogen y en
unos minutos estamos a bordo en un cálido y agradable ambiente.
Buque Sarmiento de Gamboa |
Rápidamente ponemos rumbo
a la isla Livingston donde tras 8 horas de navegación algunos compañeros con
los que hemos compartido el viaje desde España y la espera en Punta Arenas
bajarán a su destino en la base Juan Carlos I. Los demás continuaremos varias
horas más hacia la base Gabriel de Castilla en la isla Decepción. En esta ocasión la llegada a isla Decepción
coincide con la apertura de la base e implica el desarrollo de un protocolo
especial dado el carácter de volcán activo que tiene la isla. El año pasado
también me toco asistir a la misma liturgia. Inspección previa de la isla por
el exterior e interior, toma de datos para verificar la actividad volcánica y a
partir de ahí el establecimiento del semáforo del volcán. Para ello contamos con unos verdaderos expertos, el equipo de vigilancia volcánica de la Universidad de Granada.
Primer desembarco en isla Decepción de la campaña 2018/2019 |
Una vez que todo indique
que no hay ningún peligro, queda poner en marcha la base, comprobar que los
motores funcionan y hay calefacción y electricidad, que la base tiene agua y
que los sistemas de comunicación están a punto. Después la descarga de
material, víveres y combustible para los próximos meses. Es crucial la participación de la dotación del Ejército de Tierra que se encarga de que todo este listo, funcionando y que nosotros solo tengamos que preocuparnos de nuestro trabajo. Un verdadero privilegio.
Llegamos el 24 de diciembre, hoy es Navidad y en eso estamos, el semáforo volcánico es verde y se esta descargando, la base comienza a desperezarse después del letargo invernal.
Prácticamente todo
listo para unos meses de intensa actividad, trabajo y nuevas vivencias que
sumar a las de otros años. Seguiremos contando nuestras peripecias y os animo a visitar las entradas de otros años donde podéis encontrar mas detalles de nuestras andanzas y de la vida de los pingüinos
!!FELIZ NAVIDAD¡¡
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